Generar procesos cualificados en la comunidad educativa -directores, docentes, padres de familia, alumnos, servicios generales y sociedad-, demanda competencias más especializadas en los sujetos que dirigen estas instituciones.
Tales demandas implican experiencias de procesos cognitivos de mayor dificultad, a partir de la consideración de aspectos como las interrelaciones, el liderazgo, los conocimientos, los procedimientos pedagógicos, el manejo de aspectos legales, económicos, tecnológicos, entre otros, que modelan la situación humana en las relaciones de estas instituciones. La complejidad de este "deber hacer" se traduce en el binomio gestión escolar que, para muchos especialistas, constituye un constructo polisémico.
Sin embargo, a través del tiempo y de los hallazgos realizados por los estudiosos de la administración escolar, se pudiera encontrar una explicación congruente con tal término. La gestión es el todo, ya que articula procesos teóricos y prácticos para favorecer el mejoramiento continuo de la calidad, equidad y pertinencia de la educación, mientras que la administración es una parte del todo, que tiene que ver con el manejo y uso de los recursos. Por lo que se infiere que para una buena gestión es necesario tener un buen esquema administrativo, es decir, la buena administración es eje fundamental para la buena gestión. La administración se convierte en un soporte de apoyo constante que responde a las necesidades de la gestión educativa.
También se ha intentado generar una explicación aceptable de lo que se entiende por calidad educativa, como parte inherente al proceso de gestión educativa.